Cuando me preguntan si merece la pena pasarse a Linux, podría empezar enumerando sus virtudes, lo bien que funciona en sistemas antiguos o la cantidad de software y herramientas que vienen preinstaladas. Sin embargo, prefiero que me respondan a una cosa. ¿No has notado algo usando Windows últimamente? Algo como...
- Que la máquina no es tuya, sino que la tienes de prestado.
- Que no haces con ella lo que quieres, sino lo que te dejan hacer.
- Que debes vivir cada día con temor a que tu Windows se bloquee tras una actualización, a que te inunden de publicidad, a que metan funciones que no quieres y te quiten las que sí, a que roben y comercien con tus datos...
A todo eso le da la vuelta Linux. Tu PC vuelve a ser tuyo y trabajar para ti. Por muy oscuro, técnico o diferente que parezca (y al final no lo es tanto), es un sistema operativo diseñado por gente que piensa en hacerlo útil para otra gente, no en atarte a un producto o servicio para sacarte el dinero. Hay una comunidad de personas, haciendo cosas para personas.
Linux es una maravilla técnica, basada en conceptos sencillos, humanos y cada vez más necesarios.